Baño en el mar
Es Agosto, ni estratos ni cúmulos turban la infinitud del cielo azul, que coronado por el astro Rey y en un despliegue de generosa deidad extiende su magnificencia en forma de luz y calor.
El mar está en calma, de forma insinuante van apareciendo sus olas que como un tejido vaporoso recubren la piel de la orilla.
Mi cuerpo reposa en la incoherente masa de sílice que en un alarde de sabiduría no se resiste a ninguna fuerza, adaptándose siempre a cualquier forma, y manteniendo siempre su unidad.
Observo como el vals de las olas invita a unirse a su compás, me dejo llevar, me deslizo y siento la suave caricia del origen de la vida, me sumerjo, y al expirar veo como un coro de burbujas traspasan apresuradamente mi rostro con el fin de reencontrar su inmanencia.
Mi cuerpo está ingrávido, mi mente relajada, oigo mi respiración, veo el inmenso mar, siento que el tiempo se para que el mundo no existe.
JUAN CARLOS
Es Agosto, ni estratos ni cúmulos turban la infinitud del cielo azul, que coronado por el astro Rey y en un despliegue de generosa deidad extiende su magnificencia en forma de luz y calor.
El mar está en calma, de forma insinuante van apareciendo sus olas que como un tejido vaporoso recubren la piel de la orilla.
Mi cuerpo reposa en la incoherente masa de sílice que en un alarde de sabiduría no se resiste a ninguna fuerza, adaptándose siempre a cualquier forma, y manteniendo siempre su unidad.
Observo como el vals de las olas invita a unirse a su compás, me dejo llevar, me deslizo y siento la suave caricia del origen de la vida, me sumerjo, y al expirar veo como un coro de burbujas traspasan apresuradamente mi rostro con el fin de reencontrar su inmanencia.
Mi cuerpo está ingrávido, mi mente relajada, oigo mi respiración, veo el inmenso mar, siento que el tiempo se para que el mundo no existe.
JUAN CARLOS
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